lunes, 26 de octubre de 2015

Nuevo ciclo

Estoy super contenta. Me quedan dos semanas del pre aviso y el 6 de noviembre es mi último día en el colegio. Como dije antes, renunciar sin tener nada a la vista, me daba terror, mi idea en su momento, era  buscar otra cosa mientras seguía trabajando, pero también es verdad que el mes de pre aviso complicaba todo... 

Pero bueno, el hecho es que después de meditarlo, me lancé a la piscina. Creo que en  los trabajos se  debe estar el tiempo suficiente para aprender, para desarrollar nuevas habilidades, para comprender cuál debe ser tu camino a seguir. Yo he aprendido muchísimo durante este tiempo y me he sentido super afortunada de poder haber tenido experiencias tan enriquecedoras. Soy mejor profesora, mejor persona, gracias a él, pero para mi el era momento de seguir adelante.

Ahora, comienzo una nueva etapa, con más responsabilidades porque el trabajo 1:1 es lo que tiene. He firmado el contrato, por primera vez en mi vida, delante de un notario. El viernes fue entonces un día especial porque conocí al peque con el que voy a trabajar y por supuesto, me encantó. Con este tipo de trabajos, es como una cita a ciegas, una lotería, y yo me siento más que ilusionada con el número que me ha tocado.

Irlanda ha significado un cambio radical en cuanto a carrera profesional se refiere y por eso me siento muy agradecida con este tierra... soy un poco ingrata, porque siempre la idea de abandonarla me ha seducido, pero al César lo que es del César. Irlanda ha sido un pelotazo en términos profesionales para los dos y eso está muy bien, porque se emigra para eso, para aprender, para vivir, para descubrir la vida desde una perspectiva diferente y más objetiva, propia de la distancia. 

Desde la distancia se descubren los amigos verdaderos, desde la distancia se aprende a valorar lo que nunca antes pensábamos que extrañaríamos. La distancia física se convierte también en distancia emocional y somos capaces de abandonar historias. Eso no quiere decir que esas historias se borren, simplemente,  se ven con un cristal diferente. 

Creo que esa es una de las lecciones más importantes que se aprenden siendo adulto. Cada quien tiene una idea de su vida, y ya sea, realista, inventada o  idealizada, no se puede hacer nada para cambiarla. Nuestra vida es como nosotros la percibimos. A lo mejor nos va de las mil maravillas y tenemos una imagen distorsionada que nos hace quejarnos, a lo mejor es bastante regulara pero somos positivos por naturaleza y en vez de ver el vaso medio vacío, preferimos verlo medio lleno.  


Quizás, desde afuera otra persona podrá opinar sobre nuestra vida, nuestros actos, nuestras decisiones, quizás tenga razón, quizás no... quizás para nosotros lo que ocurrió hace 15 años no sea determinante en nuestra vida actual, forma parte de aquello que éramos cuando comenzábamos a ser adultos. No nos define como personas, no nos etiqueta ni enclaustra, porque los errores cometidos en el pasado, no tienen por qué los mismos que se cometen en el futuro. No somos lo mismos o en la mayoría de los casos, no deberíamos serlo. 

Vivir anclados en el pasado no trae otra cosa que frustración y tristeza, básicamente porque lo hecho, lo dicho, hecho y dicho está, no hay forma de evitarlo, no hay prevención posible que impida que suceda, aquello que ya sucedió. Vivir anclados en el pasado es una tortura, sobre todo si ese pasado es negativo o nos hace daño. Exceso de pasado y exceso de futuro son quizás la causa de dos grandes enfermedades muy modernas: la depresión y la ansiedad. 

Esa mezcla de emociones fue lo que me hizo darme cuenta que mi tiempo en el trabajo había terminado. La vida que llevamos, llena de cosas, de diligencias, de cosas por hacer, en ocasiones nos impide pararnos a pensar en nosotros mismos. Yo un día paré y decidí buscar la causa de ese tormento que no me dejaba ser feliz. Me sentía mal, me sentía triste porque no había nada importante  que pudiera empañar u opacar mi felicidad, y  sin embargo, esa sensación de sentirme superada, me estresaba muchísimo. 

Hace un tiempo, tras muchas historias, decidí que quería vivir mi vida en paz y darle poca importancia al que dirán. Hace como 4 años decidí aceptar mis barrancos, mis errores, mis virtudes.   Decidí que no puedo luchar con los recuerdos y con las ideas preconcebidas. Decidí también que no me puedo sentir culpable por cosas que no hice, por halagos que no di o llamadas que olvidé. Hace 4 años decidí que no quería adoptar niños y que el hecho de no poder tener hijos, no iba a ser un tabú o un secreto. Durante mucho tiempo fue el gran elefante en la habitación del que nadie hablaba y eso me hacia sentir muy incómoda. Hoy en día me siento muy a gusto con esa decisión, tanto que puedo hablarla, sin que eso suponga un problema y creo firmemente en que se puede ser feliz, plenamente feliz sin tener hijos. Nadie dice que fue fácil comprenderlo y asumirlo, nadie dice que no haya habido momentos de bajón y desesperación, nadie dice que no haya habido lágrimas de emoción, mezcladas con lágrimas de tristeza, cuando llegaban las noticias de embarazos. 

Pero, por suerte, hoy en día siento que todo eso quedó atrás. Mi mamá siempre me dice que ella siente que no hicimos todo lo posible y quizás sea verdad. Aveces pienso que incluso soy egoísta, porque antepuse mi felicidad, mi estabilidad,  mi relación de pareja ante un sueño. Quizás haya tenido mucho que ver, ese progreso profesional que Irlanda me ha brindado, donde un hijo, me parecía más una traba que una bendición  y donde ya con una edad, comprendes, que el mejor tren ya pasó y que quizás a esta altura, te convertirías en una madre vieja, de esas que tanto me estresan y que tanto he criticado por lo sobreprotectoras que suelen ser con ese hijo único que por x o por y, tardó tanto tiempo en llegar. 

A día de hoy no me veo con la paciencia, ni la fuerza, ni las ganas... a día de hoy, no sé si por haberlo meditado mucho e interiorizado otro tanto, creo que sucedió justamente lo que tenía que suceder . 

La distancia fisica libera. El comenzar nuevamente en otro país, te permite reinventarte, renovarte y aprender que cuando nos marchamos, somos nosotros los únicos responsables de saber qué cargas queremos llevar con nosotros y sumado a la distancia, está la madurez que adquirimos con los años, que nos permite entender que hay cosas que nunca cambiarán y que no es nuestra culpa que no cambien. 

Somos lo que creemos, lo que sentimos. Hace 4 años decidí que me negaba por completo a albergar sentimientos negativos... no fue algo que logré de un día para otro, pero hoy en día, a solo unos meses de terminar el 2015, puedo sentirme en paz, porque por lo menos, esa meta a día de hoy es prueba superada.

El 9 de noviembre comienza un nuevo ciclo y tengo muchas ganas... 

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