viernes, 5 de julio de 2013

Turquia



Turquia es un país que siempre he querido visitar. Me gusta Turquia porque es el oriente más próximo, más occidental pero conservando la magia de lo exótico, de lo diferente, de lo mágico.  Hace casi 10 años cuando me casé, Estambul fue nuestra primera opción para luna de miel y fue una gran decepción cuando al llegar a la agencia de viajes nos dimos cuenta que Estambul no entraba a nuestro presupuesto...a cambio nos fuimos a Mallorca, que no se le parece, pero que también estuvo muy bien.

El hecho es que por casualidad durante esta convalecencia obligada, me he leído dos libros de autores turcos y desarrollados ambos en Estambul. Ambos completamente recomendables aunque totalmente diferentes. El primero, La bastarda de Estambul, es un libro que engancha desde la primera página. Escrito por Elif Shafak  quien ha sido incluso castigada por esta publicación en Turquía se nos abre todo un ambiente lleno de comida, de recetas,  de olores, de mujeres, de tacones y minifaldas, de  velos, de cultura y sobre todo, de mucha historia.  A través de una visita desde América, descubrimos el conflicto entre Armenios y Turcos y como en muchas ocasiones, ese conflicto sigue vivo en los descendientes, a pesar de haber ocurrido durante el Imperio Otomano hace casi un siglo.  


LA historia en si puede resultar tremenda, durante 1915 y 1917 se asesinaron a casi dos millones de armenios cuyo ¨pecado¨o ¨falta¨fue ser cristianos, sin embargo, el libro no es en absoluto amargo o triste. El libro seduce como un gran Bazar, donde a través de sus artículos, contradicciones, olores y sabores, se nos presenta una Estambul grandiosa. 

El segundo libro, ha sido El museo de la inocencia de Orhan Pamuk, quien es el escritor turco más reconocido internacionalmente. El museo de la inocencia es una gran historia de amor que alcanza incluso la obsesión o la adicción, desde la primera hasta  la última página. 


Es una historia de amor  que tiene como escenario el encanto de Estambul, con el Bósforo siempre presente, como fiel guardián de ese sentimiento, de esa relación, entre oculta y a voces, que el personaje, Kemal, desarrolla durante más de 8 años, con Fusún. A través de sus más de 600 páginas, Pamuk nos relata cual guía turístico la sociedad turca, la diferencia de clases, la relación entre ellas, la idea de familia, de occidente, pero por sobre todas las cosas y nunca mejor dicho, nos relata la importancia que tienen los objetos en el laberinto de la memoria. Cada objeto representa entonces un momento, una sensación, un recuerdo...y al final  nos identificamos porque  es lo que todos hacemos, construir nuestro presente mediante la unión de múltiples momentos  que relacionamos con algo o con alguien.

Ambos libros 100% recomendables. Diferentes, si, pero muy entretenidos y con Pamuk siempre es interesante deleitarse con su narrativa, con sus descripciones y su forma de entregarnos todo un universo que al final conocemos cada  oscuro rincón, pues nos permite entrar y rebuscar entre los cajones y las habitaciones, los  recuerdos, los diálogos, las películas, las series y las cenas de una historia de amor, que se nutrió  de una Estambul que aprende a vivir con la contradicción de Oriente y Occidente siempre latente. 

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