martes, 30 de julio de 2013

Cine latinoamericano



Siempre he criticado del cine venezolano, su recurrente temática social, donde el barrio, se convierte siempre en el protagonista principal, dejando de ser simplemente un espacio en el que se desarrolla la historia.  Hace unos pocos años, Hermano saltaba a la palestra por los premios que iba consiguiendo en  los diferentes  festivales en los que se presentaba. Aclamaron en su momento, la forma de enfocar el tema, que para ser sincera a mi no me pareció innovadora o especial. De hecho, me pareció más de lo mismo, aunque teniendo en este caso, actores flojos, un ritmo irregular y un deseo de utilizar el futbol como metáfora de la vida, que sinceramente me pareció demasiado melodramático. 

Sin embargo, Hermano, es solo la descendiente de otra gran ristra de películas venezolanas como Macu, la mujer del policia, Inocente y Delincuente, Sicario, etc, donde la película intenta  ser reflejo de una  parte de la sociedad que si bien es importante, no es única.





Lamentablemente, este problema venezolano, no es único y el deseo de realizar películas sociales, oscuras, que muestran lo peor del ser humano, se extiende por casi todo el continente. La pobreza, la delincuencia, el narcotráfico, se convierten entonces en los protagonistas principales de las nuevas películas, creando una imagen latinoamericana que no se corresponde con la realidad o por lo menos no con la realidad total del continente. La vida en Venezuela no se reduce a los problemas del barrio, presentados en Hermano, como tampoco todos los niños colombianos huelen pega como En la vendedora de Rosas, tampoco, todo Méjico es narcotráfico y alienación  como en Miss Bala y mucho menos, Ciudad de Dios, es reflejo de todo Brasil. 

Ahora, si todas estas películas que  plantean parte de la vida de estos países  se convierten en productos de exportación y ganan premios internacionales,  cómo es posible pretender que la visión de Latinoamérica en el extranjero no esté plagada de pozos oscuros y creencias erróneas sobre lo que es nuestro continente.  O quizás será culpa del jurado y no de los cineastas, que sienten predilección por el dramón? Si esto es así, por suerte, hay directores diferentes, que sin abandonar la intención social, son capaces de transmitir algo más que desolación. Infancia Clandestina o Machuca, son muestra de un cine que si bien desea denunciar, también es capaz de traspasar la barrera de lo local. Incluso, la desafortunada, Cartas a Elena, refleja esa intención de narrar lo que puede ser una historia triste, mediante otros colores y abriendo un poco más el abanico hacia el realismo mágico, sello 100% latinoamericano.

Ser un director responsable y comprometido  no está entonces reñido con otro tipo de películas y Juan de los Muertos, la película cubana que utiliza al zombie como respuesta a la situación social y política de la isla, es muestra de ello. La crítica está presente el 100% del metraje y sin embargo, la desesperanza o la desolación no son los sentimientos que te acompañan cuando pasan los créditos. No es por supuesto, la mejor película de la historia latinoamericana, con los mejores efectos especiales  o el mejor guión, pero a nivel general es una película que funciona y si está catalogada como comedia, lo suyo es que entretenga y esto sin duda lo hace. 



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