domingo, 14 de octubre de 2012

Carta a Hugo Chávez:

Sr Presidente:

Una semana me tomó poder sentarme a escribir sobre las elecciones presidenciales que se celebraron el domingo pasado. Vividas desde Irlanda, un país sin representación consular y por ende sin posibilidad de decir si lo querían a usted de aquí a la eternidad, o si por el contrario le daban el voto al Flaco. Pero en mi Venezuela, mi familia si que salió a votar, de hecho, no solo fueron a votar los que viven allá sino que también llegaron desde distintos países los que se encuentran viviendo fuera. 

Me acosté nerviosa y me desperté aún más nerviosa. La verdad es que no quería que usted ganará, no por nada en particular sino por muchas razones en general. Vivo fuera desde hace muchos años, no me fui huyendo ni agobiada por la inseguridad, ni en busca de un futuro mejor, ni de un mejor empleo. Me fui porque el destino hizo que me enamorará de alguien al otro lado de charco  y porque la oportunidad de poder realizar un posgrado en la Complutense me seducía enormemente. Me fui sabiendo que no volvería  aunque con la leve y secreta ilusión de que quizás en un futuro, Venezuela fuese un país próspero, seguro y pleno, donde la propuesta de irnos a vivir allí no resultara tan descabellada y desquiciada como  suena ahora, donde los alimentos se encontraran en cualquier sitio y no tuviéramos que ir del timbo al tambo, buscando papel tualet, leche en polvo o leche sin lactosa por todos los establecimientos de Caracas, creando un comando familiar y un lenguaje en clave, tipo:El tetero ha llegado, para que nadie nos entendiera que en tal sitio había un producto  y nos diera tiempo de comprarlo.

Yo y mi esposo, fanático de Venezuela, estuvimos viendo los diversos operativos. La verdad es que eso de que no se puedan hacer encuestas y proyecciones es algo de terror. Si estamos en una democracia, qué más da a quien les pregunte, somos libres de responder o no. Y si algún canal bolivariano o no, ofrece algún dato erróneo, no pasaría nada, todos sabríamos que no son datos oficiales y que hasta que no saliera Tibisay Lucena, nada de lo transmitido sería verdad. Pero a pesar de eso estuve ahí, viendo el proceso, viendo como la gente desde las 3:00 de la mañana hacía cola para votar, para ejercer la coletilla de todos: su derecho al voto. Lo vi votar a usted y a Capriles, y vi ambas ruedas de prensa, igual de aburridas, pues es poco lo que se puede decir que no se haya dicho antes.  Y la diferencia horaria me obligó irme a la cama con las elecciones a medias. Algunos decían que Capriles iba ganando por una distancia mínima, y como soy pesimista por naturaleza, no me lo creía.

Al día siguiente lo primero que hice fue agarrar el teléfono para buscar  el mensaje de mi mamá donde  que decía que habíamos perdido.  Sentí ganas de llorar y lo hice, de hecho, iba en el LUAS y se me escapaban las lágrimas mientras leía los mensajes.  El dolor de su victoria me dolió como pocas cosas lo han hecho, venía de adentro, de las entrañas más profundas de mi corazón venezolano. Un amigo me preguntó por qué quería que usted perdiera y mi respuesta fue: Porque yo quiero un país  donde  mi sobrina pueda salir a rumbear. Superficial? Quizás, pero este hecho implicaría un cambio inmenso a nivel social porque a día de hoy  salir a rumbear en Venezuela, es un acto de valentía mas que de diversión

 El país que yo soñaba para mi sobrina era un país seguro, donde las personas puedan conducir con las ventanas abajo en un día de calor  y no estar como la niña del exorcista, viendo a todas partes si les pilla un semáforo.  Yo quería un país donde si haz trabajado y te has comprado o te han regalado un carro, un  reloj, una pulsera o un anillo,  puedas lucirlo sin miedo. Yo soñaba con un país donde morir por un par de zapatos no fuese tan común como lo es y donde salir de noche, no representara un suplicio para los familiares que se quedan en casa, llamando como posesos a los celulares. Yo quería un país donde el beneficio de unos no costará el deterioro de otros, donde  las voces de todos se oyeran sin importar el color de la camiseta,  donde sacarse un pasaporte estando en el extranjero no representaran más de 9 meses, para esperar la cita, donde el éxito profesional y económico no fuese considerado negativo, donde las misiones fuesen servicios  y no formas de vida, donde no se fomentara el odio y el insulto gratuito,  donde el hambre no fuese un problema, donde las cadenas presidenciales fuesen para informar de cosas importantes, donde la gente pudiese tener la libertad de viajar como quiere y adquirir las divisas que desea, donde sintiera que el presidente me representa y le importo como Venezolana, a pesar de no estar a favor de él, que para eso, es el presidente del país y no el del 56% que votó por el. 

Cuando usted dijo que el 7 de Octubre el mundo se acabaría solo para los que votaran  por Capriles  me di cuenta que aunque su puesto como presidente es legítimo, pues 8 millones de la población creen en usted, me excluía a mí como Venezolana de su país. No creo en usted, ni en su gobierno, ni en su programa revolucionario, ni en  el socialismo donde todos somos igual de pobres, menos Ud, el gobierno y sus conexiones.  No creo en un presidente que me insulta siempre que tiene oportunidad, que no es capaz de ver que el proceso revolucionario cubano y soviético fallaron, que regala cantidades indigentes de dinero y petróleo  a países  que si bien tienen necesidades, también las tiene Venezuela y no son cubiertas efectivamente. 

Pero lo más importante de todo, no creo en un gobierno que tiene como líder  a una persona que miente diciendo que Venezuela es el mejor país del mundo. Sr presidente, lamentablemente, no lo es para nosotros, el 44% orgulloso que está  a favor de un camino nuevo y tampoco para el 56% que votó por usted.   Es verdad ,no sabemos a ciencia cierta como será ese camino, lo que si sabemos,  es que su proyecto político fracasó y rompió lo que los 40 años de cúpulas podridas no habían logrado, la unidad social del país. 

A Ud. Venezuela siempre le deberá el odio sembrado, así que puede estar tranquilo, su nombre pasará a la historia y se estudiará porque los errores y los fracasos como pueblo no se pueden olvidar...

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