miércoles, 7 de diciembre de 2011

El frío no mola nada!

El frío aveces mola, aveces está bien y resulta interesante... Jaime siempre dice que yo lo engañé porque hace mil años le dije que me gustaba el frío, cosa que es simplemente medio verdad. Le dije que me gustaba el otoño y el invierno, porque sencillamente me gusta mucho más la ropa de esas estaciones que la del verano, la gente se ve más bonita, más arreglada, y los espectáculos visuales se reducen considerablemente.

Pero lo que no me ha gustado nunca es pasar frío porque me parece que pocas cosas son tan cutres como esa. Personalmente tengo un regulador personal que consiste en aguantar bastante bien el frío en la calle, si me estoy moviendo y congelarme directamente si estoy en casa con una temperatura que podríamos definir con muchas palabras menos acogedora.  Y es que da igual el frío que hace en Siberia, Finlandia o el Yukón,  porque la gente no vive en las calles, hacen carreras rápidas de su casa al coche, del coche al curro o al centro comercial...ellos no tienen que sufrir desayunar echando humo por la boca,  estar en la parada del autobús durante 20 minutos con lluvia y un viento asqueroso, o llegar a trabajar y descubrir que la caldera ha muerto y que la forma de calentarse es con radiadores eléctricos desperdigados por las habitaciones.  Todo esto sin mencionar que en el college no hay calefacción y al ser un edificio irlandés de última generación, más o menos de hace 50 años, el aislamiento es nulo.  Mucho menos, tienen que llegar a casa y descubrir que obviamente está menos fría que el exterior, aunque nunca más caliente.  El empañamiento de las gafas, es solo un truco psicológico para que creas que si que hay diferencia real y monumental de temperatura, pobre de tí, como te lo creas y decidas quitarte la chaqueta. 

Ante estas características del frío, es imposible pensar que el frío mola...no, eso no sería de personas normales. El frío mola cuando tu estás caliente, y disfrutas de ese bienestar que produce entrar en algún lugar con calefacción o de salir nuevamente a andar con los cachetes rosados y los labios llenos de vaselina.  El frío mola cuando estás en casa y tienes la mantita porque te gusta junto con una taza de chocolate caliente y nubes. El frío mola cuando desde tu reino vislumbras a la gente que pasa con una actualización occidental del burka.  El frío mola cuando tienes la oportunidad de tomarlo a discreción, de decidir hasta donde quieres aguantar, sin que tu cuenta bancaria se resienta de tal forma que no haya Dios que pueda hacer frente a ese agujero negro que dejó la factura del gas, que por cierto, menuda caca al lado de las típicas calderas de radiadores de metal que funcionan con combustible. 
Tiene gracia que un país frío no esté preparado para el frío, quizás es que simplemente los habitantes se han adaptado geneticamente  a esta característica, si Darwin los viera, gozaría una barbaridad y sino, cómo es posible que algunas personas  anden  en sandalias durante todo el invierno? Que las puertas principales parezcan de cartón? Que si llueve más de lo normal la ciudad se colapse? Que si nieva cuatro copos, los comercios cierran despavoridos y los medios de transporte cancelen su itinerario? 

La experiencia del calor húmedo había sido asquerosa, esa sensación de estar empegostado todo el día es  asquerosa, pero la sensación de que todo esté mojado y el anhelado momento de entrar en la cama  se convierta en una cruz más que en un regalo, gana sin duda en la escala de peores condiciones climáticas.  Por suerte, hoy hace sol, no calienta nada, pero hay luz, mucha luz, y eso psicologicamente está bien... muy bien, de hecho, si no viera a Banjo mientras duerme soltar vaho por la boca con cada ronquido, incluso podría llegar a creerme, que hoy no estamos tan mal...



Y apenas estamos comenzando, diciembre, enero y febrero, están ahí año tras año, para demostrarme que el calentamiento global llega a todas partes menos a Irlanda. 


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